Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ME PERDÍ EN SU MIRADA

Sus ojos, que guardan secretos y despiertan pasiones sepultadas, me tenían hechizado. De repente fui arrojado a un profundo abismo y sumergido en un mar de emociones indescriptibles.

Cada destello de luz que bailaba en su pupila era un nuevo universo para explorar. Sin ningún sentido de tiempo o destino en mente, me encontré perdido en laberintos, solo siguiendo el eco de su mirada que seguía llamándome.

Su brillo radiante empequeñecía cualquier otra belleza que se atreviera a competir, haciendo que las estrellas en el cielo parecieran insignificantes en comparación. Y yo, un viajero manso en busca de sentimientos, me dejé llevar por la corriente encantada que emanaba de sus ojos.

Resolví sus misterios, entendí sus acertijos y me enamoré de nuevo cada vez que me sumergí en sus profundidades. Aunque era un viaje sin regreso, él no quería regresar; en cambio, anhelaba continuar en ese éxtasis interminable.

Así que busqué consuelo en su mirada entre sus pestañas de seda. Me perdí en sus dibujos apasionados y delicadamente dibujados y permití que la melodía de su voz baja me adormeciera con cada destello de luz que se cruzaba en mi camino.

Mi descubrimiento del sentido de la poesía y del corazón mismo del amor estuvo en su mirada. Me sumergí en su mundo y con cada destello descubrí el propósito de la vida y la justificación de por qué vale la pena estar vivo.

Me perdí en su mirada y en esa pérdida descubrí la alegría más pura y duradera. Un revoltijo de sentimientos entrelazados donde mi ser se fundió con el suyo en un abrazo silencioso que solo sus ojos podían describir.

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