Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ERAN DOS ALMAS

Eran dos almas destinadas a encontrarse
y no importa cuales cuerpos
les sirvieran de envoltura.

Ven sus ojos más allá
de lo que cafa religión
a sus sexos impusiera.

A esa atracción descomunal
nada puede poner barreras.

No las pudo detener el tiempo,
no las pudo detener la ley del hombre,
que como hombre impuso
por sus dos pesadas razones.

Qué importan al alma
unas razones tan banales,
pues son dos almas 
y su destino es encontrarse
sin importar de aquella piel
que es tan solo un envoltorio.

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