Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

FUE EL AMOR

Fue el amor más allá del tacto. Fue el amor más allá de un instinto. Fue el amor un arte sensorial nacido de dos cuerpos que cuando se conocieron pudieron descubrir que encajaban perfectamente. Fueron días ahogados en lágrimas, años reducidos a gemidos, fueron kilómetros que se quemaban en aquellas pieles cansadas de esperar, que se consumían con furia y abandono al amparo de una noche estrellada en una playa de ensueño. 

Nadie estuvo ahí para ver cómo los ojos de ella se entrecerraban con cada caricia, con cada beso. Nadie estuvo ahí para describir la forma en la que él la poesía, con desesperación y delicadeza, como temiendo perderla, como intentando unir su alma con la suya. 

Un huracán de olvido limpió sus almas del rencor de la distancia y, para cuando los primeros rayos del sol asomaron por el horizonte, los dos cayeron rendidos al cansancio profundamente agradecidos con aquella bendita circunstancia del destino que les concedió por fin un instante con el que llevaban años soñando y que, si hubiera dependido de ellos, no hubiese terminado jamás.

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