Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

MANIFIESTO DE TINTA VIVA

Mi poesía no necesita escenario,
ni vitrina,
ni un apellido sonoro.

Mi poesía soy yo.
Diluida en tinta.
Desnuda en cada palabra.
Entera en cada fragmento.

Soy la mujer que escribe,
la que arde,
la que se rompe sin pedir permiso.
La que sangra sin esconder la herida.

Soy la mujer viva hecha poesía.
La que a veces es hombre,
porque me falta uno,
porque me sobra otra,
porque en mí habitan ambos
y ninguno me limita.

Escribo con voz de todos mis cuerpos:
el que ama,
el que cae,
el que grita,
el que goza,
el que no duerme por pensar,
el que muere y renace en cada línea.

Soy mi única musa.
Mi origen y mi destino.
Mi herida y mi alivio.
La que despierta todo.
La que lo siente todo.
La que revive y mata al mismo tiempo.

La poesía no vive en mí:
vivimos juntas.
Como alma y cuerpo,
como lengua y voz,
como carne y cicatriz,
como agua y fuego,
como uña y dedo,
como latido y puñal,
como vida y sepultura.

Todo eso y más soy yo por dentro.
Y todo eso vive en mí.
Y todo eso soy
cuando escribo.

Yo no escribo poesía para ser alguien.
Yo soy alguien porque escribo poesía.
Y aunque nadie me nombre,
aunque ningún libro me recoja,
yo sigo escribiendo…
porque soy mi verdad.
Porque soy mi palabra.

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