Tal vez ya no estaré, tal vez mi nombre solo sobreviva en las huellas de tinta que dejé en cada verso.
No me lloren como a quien se apaga, recuérdenme como la muchacha que hizo de las palabras un incendio, que encontró en la poesía un hogar, un refugio, una forma de existir más allá del cuerpo.
Si mi ausencia se mide en años y no en días, sabrán que me he marchado hacia ese lugar del que nadie regresa.
Y aunque mi voz ya no se escuche, mis versos seguirán ardiendo en las páginas, respirando por mí, viviendo por mí.
Guárdenme en la memoria como la mujer que se desnudaba en metáforas, que se entregaba entera en cada palabra, que convirtió su dolor en llamas y su amor en eternidad.
Que cuando pronuncien mi nombre, la poesía responda en mi lugar.
Ese será mi modo de quedarme, incluso después de la despedida.
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