Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Anóranza de la Princesa

Por las noches la Princesa se pierde en sus profundidades… En la senda, donde el cobijo de la oscuridad abriga la soledad,  la princesa mira  la luna y la  imagen del Caballero se posa en ella, recordándole lo lejos que están, el silencio la inunda y sólo desea volar sobre los mares para alcanzarlo, anhelando convertirse nuevamente en el ángel que con sus alas le abrigue.

La oscuridad toma forma del amor, deslizándose por senderos que traen recuerdos… Recuerdos que susurran, que acarician, que besan, que sienten, tan claros y tan vivos.  Sin buscarlo y sin llamarlo,  el Caballero  es capaz de hacer que lleguen a la Princesa, sueños de ternura que dan paz a su mente, sueños de pasión que le roban mil suspiros…
Aparece a través del viento, con su presencia ilumina la oscuridad de la noche más triste, enamorando aún más  el pensamiento de la Princesa.
El Caballero no sabe que lo único que da serenidad al alma, son las palabras de amor que le susurra en la distancia, en las cuales ella se refugia añorando retornar al calor de sus brazos.
Palabras que llegan con hilos de la luna…. Bordando de sueños y emoción el corazón de  la Princesa.
Y ha de saber que fue él quien coloreó de amor su  mundo interior.

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