Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Cada noche

Cada noche,
entre la piedra y la espada,
el tiempo parecía claudicar, parecía derretirse,
parecía olvidar dios, hogar, morada.


Cada noche parecía arremolinar
deseos de noches pasadas,
como intentando inventar nuevos deseos,
como intentando elicitar sueños de una alborada.


Cada noche,
al despertar, nuevos sueños se agolpaban,
nuevos versos, nueva soledad, nuevas heridas en el alma.

 

Cada noche un nuevo pesar,
una nueva luz, una nueva esperanza.
Cada noche en tu mirar,
o en el sueño de encontrar tu mirada.


Y cada noche estaba allí,
inventándome amores en la almohada,
pretendiendo encadenar deseos, caricias,
amores en su espalda.


Y cada noche al despertar, su silencio acongojaba,
y de nuevo le volvía a llamar, olvidando que no estaba;
y le volvía a besar cada silencio del alma.


Cada noche entre sus besos, mi corazón anhelaba;
y le volvía a extrañar, le volvía a escribir,
le volvía a inventar besándome el alma.


Y entonces, ya no éramos dos;
y entonces, ya no había silencio,
y entonces me besabas
y corrías a mi encuentro.

 

Y entonces, yo te amaba,
igual que cada noche,
igual que cada verso,
igual que cada sueño del alma.

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