Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La tristeza del caballero

Esa noche la princesa ocupada como otras tantas, no notó la tristeza que envolvía al caballero, un amigo de él había fallecido el día anterior y esa mañana la había pasado acompañándolo en el lecho final, hasta bien entrada la tarde, recordando los momentos vividos y las conversaciones con su amigo.

Estuvo con él para dar el último adiós, con los ojos conteniendo el llanto le escribió unas palabras a modo de despedida, se había ido un buen hombre, un gran señor y gran caballero, de trato amable y cálido, con muchos años de experiencia y de una generosidad, bondad y humildad poco comunes.

"Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo." Estas palabras daban vueltas en la cabeza del campeador.

Con paso triste y lento se alejó del Palacio Real dejando a la princesa sumergida en sus obligaciones. Al regreso hacia el Bosque Encantado, las luciérnagas iluminaban su camino para que no tropezara, los seres del bosque lo miraban a cierta distancia para no interrumpir su dolor, lágrimas corrían por los ojos de algunos de ellos. Las hadas, las ninfas, los enanos, incluso los faunos cuya tendencia era a no mostrar sus sentimientos, se encontraban contritos por su amado caballero, quien caminaba solo, como regresando de una batalla perdida, cabizbajo, sintiendo la armadura más pesada que nunca.

Corcel lo seguía a prudente distancia, su amigo campeador no quiso cabalgar esa noche prefirió caminar a casa desde el palacio, Entusiasmo lloraba en silencio desde un rincón de la habitación de la princesa, olvidado por ella, sintiendo profundamente el dolor de su entrenador y amigo.

Todos querían abrazarlo pero nadie se atrevió a hacerlo, el dolor y la tristeza del caballero les imponía un profundo respeto.

Así llegó hasta su cabaña, quitó como pudo su armadura que dejó caer pesadamente en el suelo, se recostó boca abajo y en el silencio de una oscura noche sin luna, en la soledad de su habitación... el caballero lloró.

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