Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La fuente

Miraban los tres amigos en silencio el resultado de su trabajo, las mustias margaritas que los rodeaban miraban en sentido contrario como no queriendo participar de esa decisión, un par de ardillas que pasaban se detuvieron a mirar hacia el patio central al frente de la cabaña, se miraron mutuamente y corrieron tan pronto como pudieron, los ruiseñores detuvieron su canto…

El joven dragón franco como siempre fue el primero en hablar: “Esto es una porquería”, sin más que decir Corcel, caballero y Entusiasmo al mismo tiempo se dedicaron a destruir la fuente que habían construido para la Princesa Ángel.

Todo volvió a la normalidad inmediatamente al ver a ese trío deshaciendo el trabajo que les había llevado buena parte del día, los ruiseñores los acompañaron con sus trinos, las margaritas se mostraban espléndidas y leve soplo de aire los refrescaba para que acabaran cuanto antes su ardua tarea.

El Caballero de la Rosa gran constructor, nunca había construido una fuente, quería complacer a la princesa, darle algo que la refrescara, los acompañara y arrullara en sus noches de intimidad, un lugar refrescante en donde podrían beber la fresca agua y sentarse a platicar en su borde, él a decirle sus poemas y pensamientos de amor, ella a corresponderle con mimos y suspiros, con la sonrisa y la mirada que enamoraba cada día más a su campeador.

El caballero y Corcel demolían, Entusiasmo transportaba los escombros de regreso a la cantera, al terminar los tres amigos sonrieron satisfechos y se miraron de acuerdo en iniciar nuevamente otro proyecto, esta vez quizá fuera necesario hacer varios bocetos antes de gastar energía y tal vez mostrarlos a la princesa antes, aunque esto echara a perder la sorpresa. Será cosa de pensarlo, por hoy era suficiente trabajo y el caballero debía asearse para alcanzar a esa mujer que le quitaba el aliento, la Princesa Ángel.

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