Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La diadema

Su cabellera cruza
por su cara
como nubes negrísimas
por la luna. 

Su guirnalda deshecha
anda en su pelo,
igual que en aguas desbordadas. 

Hoy, refinadamente,
ella es quien monta en él.
Se gana con amor
la diadema de perlas de su frente.

Con toda fuerza cae
sobre los labios de su amado
como una luna halcón
sobre una flor de loto.

El collar va y viene
bajo los pechos que se agitan
como borbotones de leche
de cántaros colmados.

Los cascabeles de su cinto
suenan a gloria del dios del amor. 

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