Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Buscaba...

Buscaba darte la paz, cuando me había enamorado de tu guerra. Y sin darme cuenta me convertí en tu prisionero y sin quererlo en tu prisión. Agitaba mi bandera blanca y te envolviste en ella solo para secar la sangre de tu piel. Ni yo, ni nadie, podría nunca librar tus batallas, ni yo, ni nadie, podría salvarte de ti. Y en esa guerra te tornabas de rehén, jugando a la paz sin querer ganarla. Otro daño colateral sin duda yo sería, sin querer salvarme de ti, ni del beso de tu muerte fria. Te dejaré una marca sin marca, sin sangre ni gloria, y seré eso que perdiste pensando que habías ganado.

No hay comentarios.: