No es casualidad que uno cree que la magia no existe, hasta que el beso de un poema nos encuentra apostándole el alma al cielo, amando, volando o cayendo. Mírenme a mí, escribiéndoles aquí. Y ustedes ahí, leyendo lo más íntimo de ustedes mismos, dicho por alguien que en realidad lo escribe porque no sabe decirlo. Y aquí estamos, en esta cita a ciegas, dándonos permiso para serle infieles a la realidad por un momento, y besamos a escondidas en las letras de un poema.
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