Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Agranda la puerta padre

Agranda la puerta, Padre, 
porque no puedo pasar. 
La hiciste para los niños, 
yo he crecido, a mi pesar. 

Sino me agrandas la puerta, 
achícame, por piedad; 
vuélveme a la edad aquella 
en que vivir es soñar. 

Dime, Señor, tu nombre, 
pues la brega toda esta noche de la vida dura 
y del albor la hora luego llega; 

me has desarmado ya de mi armadura, 
y el alma, así vencida, no sosiega 
hasta que salga de esta senda oscura. 

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