En las tardes de lluvia, cuando el cielo se torna gris y las gotas golpean el cristal, me gusta sentarme junto a la ventana y dejarme llevar por la melancolía que me invade. Observo las calles mojadas, los árboles que se mecían con el viento y me pierdo en mis pensamientos.
Recuerdo momentos felices, momentos tristes, momentos que han dejado una huella en mi alma. Y mientras tanto, la lluvia sigue cayendo, como una melodía que acompaña mis recuerdos.
Pero a pesar de todo, no puedo evitar sentir una paz interior que me reconforta. La lluvia me trae una sensación de renacimiento, como si cada gota que cae fuera una oportunidad para empezar de nuevo.
Así que aquí me quedo, contemplando la lluvia y sintiendo cómo el agua limpia mi alma, dejando atrás todo aquello que ya no me sirve. Y aunque el día sea gris y lluvioso, sé que en mi interior hay un rayo de luz que nunca se apagará.
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