Como quisiera volver a encontrarte, pero yo no supe nunca más de ti. Tu sombra se quedó prendida en las esquinas de mi memoria, como un farol que titila en la niebla, alumbrando apenas lo que ya no está.
Caminé por las calles donde reíamos, donde tus pasos hacían eco con los míos, pero el asfalto guarda silencio, como si también él te hubiera olvidado. Pregunté a los árboles, a los bancos donde nos sentábamos a inventar futuros, pero solo me devolvieron el susurro del viento, un murmullo que no sabe de nombres ni de promesas.
Escarbé en los pliegues de los días, en los bolsillos de las noches largas, buscando un rastro, una carta sin abrir, un rumor de tu voz que se hubiera quedado rezagado. Nada. Solo el peso de tu ausencia, que no es vacío, sino un lleno doloroso, como un vaso que desborda y no se derrama.
Quisiera encontrarte en un cruce de caminos, en un café donde el tiempo se detiene, pero el mundo sigue girando, indiferente, y yo me quedo aquí, con las manos abiertas, sosteniendo el recuerdo de lo que fuimos.
Y sin embargo, en este no saber de ti, hay algo que resiste, como un latido que no se rinde. No eres solo pérdida, eres también lo que me enseñaste a llevar dentro: una chispa de ternura, un pedazo de risa, un modo de mirar el cielo y pensar que, en algún rincón del mundo, tal vez tú también lo miras.
Como quisiera volver a encontrarte, pero si no sucede, seguiré caminando con esta ausencia que, a su manera, también me acompaña.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario