Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

DAS GANAS DE VIVIRTE

Eres literatura prohibida, seductora, una carta de amor a la belleza que impregna el alma de admiración y envidia. 

Eres musa, y tu mayor mérito es que no sólo inspiras arte, no sólo das ganas de convertirte en poesía; tú inspiras la vida, inspiras el anhelo, la intensidad que provoca que las almas se incendien. 

Das ganas de vivirte, de conocerte, de descifrarte como si estuvieses escrita en braille, con las manos y la mente, con la seducción de un susurro que nos despoja de nuestra conciencia por un instante que se vuelve infinito. 

Das ganas de viajarte, de turistear por tus caminos llanos y curvilíneos. Das ganas de hacerte feliz, de despertar tus sueños, de encender tus ilusiones, de demostrarte que tu existencia no es una mera casualidad en el caos que gobierna el orden de los hechos. 

Das ganas de conocerte tan de cerca, de una forma tan íntima, que entre tú y yo apenas medie el kilometraje de una complicidad compartida. 

Das ganas de hacerte ver la vida por su lado más amable, despiertas ese instinto de cuidarte, de protegerte, para que el mundo no pueda hacerte daño y no te encuentres con el lado más cruel que aún existe entre las calles pero, sobre todo, en el alma de la gente.

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