Bajo la luna de cobre,
cuando el viento quiebra el sauce,
y las cosas, ay, se tuercen
como venas de un relámpago rancio,
siempre tendré café, amor,
para tejerte un refugio.
En la noche de los cuchillos fríos,
cuando el mundo pesa como granito,
y los sueños se deshacen
en charcos de sombra y grito,
mi taza humea, negra y viva,
un río oscuro para tu alma herida.
Si el camino se quiebra en espinas,
si el corazón canta su copla rota,
trae tu duelo, trae tu hastío,
que en la mesa, bajo el ciruelo,
el café, amargo y eterno,
nos coserá los pedazos del tiempo.
Oh, guitarra de la pena,
oh, lucero que no alcanza,
cuando todo sea ceniza,
cuando el sol muerda la esperanza,
siempre tendré café, amor,
para quemarnos la lengua
y reírle a la desgracia.
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