Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

EL CAFÉ DE TUS OJOS

Quiero beber el café de tus ojos, ese oscuro remolino donde el tiempo se detiene y la vida se cuela en sorbos lentos, amargos, dulces, como un amanecer que no promete nada pero lo da todo. Volver a ahogarme en la cafeína de tu amor, ese vértigo tibio que me despierta y me quema, que me sacude las venas y me deja temblando en la esquina de un suspiro. Tus pupilas son granos tostados por el sol, molidos en la paciencia de los días que no te tuve, y ahora que te miro, cada parpadeo es una taza humeante que me invita a perderme, a olvidar el reloj, a dejar que el aroma de tu alma me envuelva como una bufanda en invierno.

Quiero beber el café de tus ojos, sin azúcar, sin prisa, dejando que el pozo de tus pensamientos se asiente en el fondo de mi pecho. Cada mirada tuya es un sorbo que quema, que despierta, que me recuerda que estoy vivo, que el amor es un ritual sin fin, un amanecer que se repite en cada gesto tuyo. Y si me ahogo, que sea en ese torrente oscuro, en esa marea de cafeína que me arrastra hacia ti, hacia el calor de tus párpados, hacia el instante exacto en que el mundo se reduce a una mesa, dos tazas, y el milagro de tus ojos mirándome.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario