Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

¿ERES REAL O TE INVENTÉ PARA ENAMORARME?

Te vi cruzar la calle, con ese paso que no pide permiso al mundo, y el aire se detuvo, como si el tiempo quisiera darme un instante para descifrarte. ¿Eres real, con esa sonrisa que parece un secreto a medio contar, o te inventé en alguna noche de insomnio, cuando el corazón se cansa de latir en soledad? 

Tu voz, un murmullo que se enreda en mis huesos, me habla de cosas simples: el café que se enfría, el rumor de la lluvia contra el tejado, el roce de una mano que no sabe quedarse quieta. Pero también me cuenta de un mundo que no conozco, uno donde el amor no pesa, donde las dudas no muerden. Y yo, que siempre fui de pisar firme, me encuentro tambaleando, preguntándome si eres de carne o de sueños, si tus ojos son verdad o un truco de mi alma para no rendirse.

Si te inventé, fui cruel conmigo mismo, porque cada detalle tuyo me duele de tan perfecto: la manera en que el viento juega con tu pelo, el modo en que callas cuando el mundo grita, la curva de tu risa que parece dibujada por alguien que sabe de milagros. Pero si eres real, entonces el universo se ha burlado de mí, poniéndote justo aquí, donde mis manos tiemblan y mi voz se quiebra al intentar decirte que te quiero.

No sé si eres un verso que se me escapó del pecho o una verdad que camina sin saber que la miro. Pero te juro que, real o inventada, te amo con la torpeza de quien no sabe amar de otra manera. Y si un día desapareces, si resultas ser un espejismo de mi propia hambre de ternura, que me dejen guardarte en el rincón más hondo de mi alma, donde los amores imposibles nunca mueren.

¿Eres real o te inventé para enamorarme? No me contestes. Déjame seguir preguntándomelo, porque en esa duda, en ese vértigo, estás tú, y yo no quiero despertar.

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