En un mundo que se empeña en ser gris, donde las horas se apilan como ladrillos y las noticias muerden como perros hambrientos, la fantasía no es evasión. No es un escape cobarde, no es cerrar los ojos para evadir. Es resistencia. Imaginar es clavar un puñal en la piel del desencanto, es abrir una ventana en la pared del hastío.
Yo imagino un río que canta bajo un cielo sin jaula, un puente que no cobra peaje, una ciudad donde las manos se tienden sin calcular el precio. Imagino, y mi imaginación no es fuga, es bandera. En un mundo sin magia, imaginar es un acto radical, un grito que no pide permiso.
Mientras el reloj del poder marca el tiempo de la sumisión, yo sueño con un árbol que abraza el viento, con un niño que ríe sin miedo al mañana. La fantasía no es un lujo, es un arma. Es tejer un camino donde el suelo se quiebra, es pintar el aire con colores que no venden.
Y cuando el mundo aprieta, cuando las voces se alzan para callar el alma, imaginar es resistir. Es dibujar un sol que no quema, un amor que no pesa, una libertad que no se negocia. En un mundo sin magia, la fantasía es el latido que no se rinde, el murmullo de un futuro que insiste en nacer.
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