Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

QUÉ NO DARÍA POR VOLVER A VERTE

Qué no daría por volver a verte, amor, en esa esquina rota donde el tiempo se detuvo, donde tus ojos, esos faroles de niebla, alumbraban mi mundo sin pedir permiso. Qué no daría por rozar de nuevo tus manos, ásperas de tanto vivir, suaves de tanto quererme, y sentir que el aire se llena de nosotros, de ese olor a café y promesas que nunca supimos cumplir. 

Las calles siguen ahí, gastadas, con sus adoquines torcidos como nuestros días, pero tú no estás. Y yo, que camino entre sombras, me pregunto si el destino es solo un pretexto para no encontrarte. Qué no daría por esa tarde de lluvia, cuando nos reíamos de nada, cuando el mundo era un charco y nosotros, dos niños saltando en él, sin miedo a mojarnos el alma. 

Amarnos otra vez, dices, como si el amor se pudiera repetir como una canción en la radio. Pero no, amor, no sería lo mismo. Sería otro amor, uno nuevo, con las cicatrices de este exilio, con la ternura de saber que el tiempo nos muerde, pero no nos mata. 

Qué no daría por inventarte de nuevo, por escribirte en mi piel con la torpeza de quien ama y no sabe, por mirarte y que me mires, como si el mundo entero se callara para escucharnos.

Qué no daría, amor, por volver a verte, por deshacer los nudos del pasado y tejer un futuro, aunque sea frágil, aunque sea de a ratos. Por amarnos otra vez, con la urgencia de quien sabe que la vida es un préstamo y el amor, un milagro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario