Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ELLA ES MI COLIBRÍ

En el aire suspendida, danza donde la luz se quiebra y el tiempo se detiene. Su presencia es un destello fugaz: un parpadeo de alas diminutas que rozan mi pecho, y en ese roce, la vida se vuelve un instante perpetuo. La observo y todo se llena de colores imposibles, de verdes y azules que no existen sino en el temblor de su vuelo.  

Ella es mi colibrí, pequeña y poderosa, capaz de desafiar al viento y beber el néctar de lo invisible. Su corazón late con la urgencia de lo eterno, y cada vez que se posa en mi pensamiento, deja una huella de dulzura y asombro.  

No la encierro, no la atrapo; la admiro en su libertad, en su misterio. Porque amar a un colibrí es aprender a contemplar sin poseer, a agradecer el milagro de su visita, a guardar en el alma el rumor de sus alas, sabiendo que basta un segundo de su presencia para iluminar todos los días.  

Ella es mi colibrí: el milagro breve, la belleza viva, el amor que nunca se queda quieto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario