Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

LUZ Y GIRASOL

En el horizonte de sus días, mi claridad la llama, y ella responde girando su rostro hacia mí, buscándome en cada amanecer. Soy la tibieza que la envuelve, el fulgor que la despierta, la promesa de un día nuevo que se renueva en su esperanza.  

Ella, mi girasol, se alza y se abre solo para mi resplandor. En su entrega, florece la belleza de lo sencillo: la fe de quien confía en la constancia del sol. Yo brillo para ella, y en su movimiento encuentro sentido; su devoción me sostiene, su alegría me multiplica.  

En el diálogo silencioso de la luz y la flor, nos descubrimos necesarios: yo la ilumino, ella me da razón de brillar. Así, en el vaivén de las horas, crecemos juntos, ella buscándome y yo existiendo para ser buscado.  
Para ella soy luz y ella mi girasol: dos destinos enlazados en la danza de la vida, donde el amor se escribe en la claridad y la entrega.

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