Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

MEDIR LA LLUVIA

Tendríamos que inventar 
una nueva forma de medir 
la lluvia. 

Tal vez por la distancia 
entre una gota caída 
y otra más en ese charco 
que estamos viendo, 
habría que medir 
del centro de una 
circunferencia dibujada 
a otra. 

Podríamos medirla por la 
cantidad de rayitas que 
trazan al cruzar las 
lámparas amarillas 
en la noche. 

Hay otra medida en la 
extensión de manchas 
húmedas que dejan 
en nuestras camisas 
cuando corremos descontrolados 
de un lado a otro. 

Al final, no reconocemos 
que todo esto lo hacemos 
para reducir la incomprensible 
extensión y frecuencia 
de la lluvia 
a algo que podamos 
manipular, 
es decir, transformar 
indecibles sensaciones 
en algo reducido y explicable

Ay, eso mismo 
hacemos con 
la poesía. 

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