Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ELLA TIENE MAGIA

En el susurro del alba, donde la luz se quiebra como cristal fino, ella camina. No pisa la tierra, no, la acaricia, y el suelo responde con un latido secreto, un murmullo que solo los árboles entienden. Ella tiene magia, dicen las hojas, y el viento, celoso, se enreda en su cabello para robarle un destello. 

Sus ojos guardan constelaciones que no figuran en los mapas del cielo. Cuando mira, el mundo se detiene, como si el tiempo pidiera permiso para seguir. Hay un fulgor en su risa, un hechizo que despierta flores en los corazones marchitos, que tiñe de aurora los días grises. Ella no lo sabe, pero su voz es un canto que las estrellas envidian, un eco que danza entre las nubes y persuade a la luna para que no se oculte.

Ella tiene magia, y no es la de los libros antiguos ni la de los calderos humeantes. Es la magia de los instantes, la que convierte un roce en eternidad, un silencio en poema. Sus manos tejen sueños que no se ven, pero se sienten, como un calor que abraza el alma en las noches frías. Donde ella pasa, la vida respira más hondo, los colores se atreven a ser más vivos, y el mundo, por un momento, recuerda que está hecho de maravillas.

Y yo, que la miro desde mi rincón de sombras, sé que no hay conjuro más poderoso que su existir. Ella tiene magia, y el universo, rendido, le escribe versos en cada amanecer.

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