Miro la lluvia caer, y el mundo se detiene en un susurro de gotas. Cada una, un latido que desciende del cielo, acaricia el suelo con dedos fríos, tejiendo un manto de cristal efímero.
El aire huele a tierra mojada, a recuerdos que se despiertan en el pecho, como si el agua tuviera voz y contara historias de nubes lejanas.
Mis ojos se pierden en el vaivén de las cortinas líquidas, y siento que el tiempo se disuelve, que soy parte de este instante donde todo es suave, todo es frágil.
La lluvia canta, y yo, en silencio, me dejo llevar por su melodía, un latir que no explica, pero abraza.
Miro la lluvia caer, y en su descenso hallo un espejo: mi alma, también, se derrama, buscando el suelo, buscando ser.
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