Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ESCRIBO

Escribo porque es la manera de desahogar mi alma, de soltarle las riendas a este nudo que se enreda en el pecho, que aprieta como un puño callado, como un grito que no encuentra la garganta. Las palabras son mi exilio, mi refugio torpe, mi manera de dibujar en el aire lo que pesa, lo que quema, lo que insiste en quedarse aunque duela. 

Escribo para no ahogarme en el silencio, ese silencio que acecha como un lobo en las esquinas del alma, que muerde los bordes de los días y los deja deshilachados. Cada letra es un paso, un tropiezo, un intento de nombrar lo que no entiendo, lo que me atraviesa como un río que no sé si me lleva o me arrastra. 

Escribo porque en el papel puedo ser frágil sin romperme, puedo ser valiente sin alzar la voz, puedo ser yo sin pedirle permiso a nadie. Y cuando termino, cuando las palabras se agotan y el alma respira, siento que he ganado un pedacito de mundo, un instante de paz, un rincón donde el corazón, al fin, descansa.

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