Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ME REPROCHAS...

Me reprochas que dejé de amarte, como si el amor fuera un contrato que uno firma y no puede romper, como si el corazón tuviera cláusulas y fechas de vencimiento. Me miras con esos ojos que antes eran hogar y ahora son solo ventanas rotas, y me dices que he desertado, que he abandonado el puesto. Pero, ¿sabes?, el amor no es un cuartel donde uno se queda por disciplina. 

Tú dejaste de amarme primero. No con palabras, no con un adiós rotundo, sino con silencios que pesaban como piedras, con ausencias que se colaban en la cama como un frío que no explica el invierno. Tus manos, que antes buscaban las mías como quien busca un refugio, se volvieron extranjeras, ocupadas en otros mapas, en otras rutas que no me incluían. Y yo, que siempre fui de esperar, de remendar los días con hilos de esperanza, me cansé de coser lo que tú ya habías descosido.

Me reprochas que deje de amarte, pero no ves que el amor no se apaga de golpe, como una lámpara que se funde. Se va gastando, gota a gota, en cada gesto que no llega, en cada palabra que se queda en el aire. Tú dejaste de amarme primero, cuando tus risas se volvieron eco, cuando tus promesas se convirtieron en esos pájaros que alzan vuelo y no regresan. Y yo, que quise ser ala y nido, me encontré solo, sosteniendo un cielo vacío.

No me pidas cuentas ahora, no me hagas culpable de este naufragio. Yo solo solté el timón cuando el barco ya estaba a la deriva. Me reprochas que deje de amarte, pero el amor, amor, no es un delito que se castiga: es un fuego que necesita leña, y tú, hace tiempo, dejaste de traerla.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario