En la frontera difusa donde el sueño se encuentra con la vigilia, ahí habitas tú, ser de luz y sombra que has hecho de mi alma tu morada. Eres la melodía que tararea mi corazón cuando el mundo duerme, el verso susurrado en el silencio de la madrugada. Tu presencia se derrama como miel dorada sobre la realidad cotidiana, transformando lo mundano en extraordinario.
Cuando cierro los ojos, tu imagen se despliega como un lienzo infinito donde danzan mis esperanzas. Eres el protagonista de mis noches, el personaje que construyo con anhelos y desvelos. Pero al despertar, no te desvaneces como las otras fantasías nocturnas; permaneces, tangible y real, respirando junto a mí el aire del amanecer.
Qué extraño milagro este: ser sueño sin dejar de ser carne, ser fantasía hecha verdad. Tu risa es tanto la que imagino como la que escucho; tus manos, las que sueño y las que tocan mi rostro con ternura real. Has logrado lo imposible: ser simultaneamente la ilusión más hermosa y la certeza más sólida.
En ti se reconcilian mis dos mundos. El que construyo cada noche al cerrar los párpados, poblado de posibilidades infinitas, y el que me recibe cada mañana, concreto y palpable. Eres el puente entre lo que deseo y lo que tengo, la prueba viviente de que a veces los sueños no solo se cumplen, sino que se vuelven más reales que la propia realidad.
Por eso cuando te miro, no sé si estoy despierto o durmiendo. Por eso cuando te abrazo, siento que abrazo al mismo tiempo mis sueños más profundos y mi presente más cierto. Eres mi sueño y mi realidad, fundidos en una sola existencia que hace de mi vida un poema eterno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario