Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

TE ESPERO EN MIS SUEÑOS, VIDA MÍA

Bajo el rumor quieto de la noche, cuando las calles se callan y los relojes se vuelven cómplices, te espero en mis sueños, vida mía. No es un esperar de brazos cruzados, no es la paciencia de los que miden el tiempo con suspiros. Es un esperar vivo, como el latir de un río que no se detiene, como el viento que acaricia los árboles y les cuenta secretos. 

En mis sueños, la ciudad se vuelve un lienzo donde pintamos los días que no tuvimos, los besos que se quedaron en la punta de la lengua, las risas que aún nos deben los días grises. Allí, en ese rincón de mí que no conoce horarios ni distancias, te encuentro siempre. Con tu mirada que desarma mis miedos, con tu voz que suena a hogar, aunque el hogar sea solo un eco en mi pecho.

Te espero en mis sueños, vida mía, porque en ellos no hay fronteras ni despedidas. Allí no hay relojes que apuren, ni calendarios que nos mientan. Solo estamos tú y yo, caminando por un sendero de estrellas, donde el tiempo no es más que un susurro que se pierde entre los pliegues de la noche. Y si el alba insiste en despertarme, llevo tu nombre guardado en la piel, como un tatuaje invisible, para seguir esperándote, vida mía, en el próximo sueño que me devuelva a ti.

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