He aprendido que la memoria es una mujer caprichosa que elige qué recordar y qué olvidar, y que siempre prefiere el sabor del primer beso al nombre del último amor. Que las cicatrices no son marcas de guerra sino mapas de resistencia, y que cada arruga es una sonrisa que se quedó a vivir en el rostro.
Con la edad he aprendido que la soledad no es estar solo, sino estar acompañado por quien no te entiende. Que la felicidad no llega en paquetes grandes con moños dorados, sino en migajas de pan que encontramos en los bolsillos olvidados de los abrigos de invierno. He aprendido que el miedo no es el enemigo, sino el consejero prudente que nos susurra al oído: "cuidado, que la vida es frágil como una copa de cristal en manos de un niño".
He aprendido que amar es un verbo que se conjuga mejor en presente, porque el pasado ya no existe y el futuro es solo una promesa que el viento puede llevarse. Que perdonar no es olvidar, sino recordar sin que duela, como quien acaricia una herida ya sanada. Y que la sabiduría no está en tener todas las respuestas, sino en hacer las preguntas correctas cuando el corazón está perdido en el laberinto de los días.
Con la edad he aprendido que somos todos náufragos en la misma isla, fingiendo que sabemos el camino de regreso a casa.
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