Te perdí como se pierden las llaves en el fondo de un bolsillo gastado, como se extravían las palabras exactas en el momento preciso del adiós. Después de tantos años construyendo un territorio común, después de mapear cada rincón de tu risa y conocer el color exacto de tus silencios, te perdí en un martes cualquiera que no tenía nada de especial hasta que se volvió el día en que ya no estuviste.
No fue una pérdida dramática, no hubo portazos ni lágrimas cinematográficas. Te perdí como quien pierde gradualmente la vista: primero fueron los detalles pequeños, luego los contornos, hasta que solo quedó una mancha borrosa donde antes había un rostro nítido. Te perdí en las conversaciones que se volvieron monólogos, en las cenas que se enfriaron esperando una respuesta que no llegaba, en la costumbre de dormir cada vez más hacia el borde opuesto de la cama.
Después de tantos años de inventar rituales juntos, de crear un idioma secreto hecho de miradas y gestos, te perdí cuando ese idioma se volvió extranjero en tu boca. Te perdí cuando las fotografías dejaron de ser recuerdos compartidos para convertirse en evidencia de algo que una vez existió pero que ahora parecía imposible.
Te perdí y no supe cuándo exactamente sucedió. Fue como despertar una mañana y descubrir que el árbol del jardín había perdido todas sus hojas durante la noche, sin testigos, sin ceremonia. Solo la certeza de que algo fundamental había terminado mientras yo no prestaba atención, mientras creía que los años eran sinónimo de permanencia.
Ahora te busco en los lugares donde solíamos encontrarnos, en las canciones que tarareabas sin darte cuenta, en el eco de tu voz que todavía rebota en las paredes de esta casa que se ha vuelto demasiado grande para mi memoria. Te perdí, pero sigo encontrando pedazos tuyos en los cajones, en los libros subrayados, en el sabor del café que preparabas con esa precisión que yo nunca logré imitar.
Después de tantos años te perdí, y tal vez esa sea la única forma honesta de amarte ahora: desde la distancia exacta de una pérdida que no se puede recuperar, pero que tampoco se puede olvidar.
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