No me sirvas el café a medias,
ni lo dejes enfriar en la taza.
Que queme la lengua, que despierte el alma,
que sea un sorbo de lava, un rugido en la garganta.
Tibio no, que no sabe a nada,
que se pierde en la sombra de la mañana.
Y el amor, ¡ay, el amor!, que no sea tibio tampoco,
que no se arrastre en dudas ni en pasos flojos.
Que sea incendio, que sea tormenta,
que me parta el pecho y me reviente las venas.
No quiero caricias que apenas se sienten,
ni besos que mueren antes de que mueran.
Tibio es el limbo, es la espera sin fin,
es el eco de un grito que no llega al confín.
Dame el café hirviendo, que me sacuda el frío,
dame el amor entero, que me mate y me dé brío.
Porque tibio, mi amiga, no vive ni el alma,
ni el café, ni el amor, ni la vida que se arma.
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