Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO

Amarnos hasta quedar sin aliento es descubrir que el oxígeno sobra cuando dos bocas se buscan en la penumbra y encuentran, en ese roce perpetuo, una forma nueva de respirar. Es convertir cada beso en una asfixia dulce, en un ahogamiento voluntario donde los pulmones aprenden a alimentarse de piel en lugar de aire, donde el jadeo se vuelve idioma y la respiración entrecortada, poesía.

Nos amamos con esa urgencia de los náufragos que se abrazan sabiendo que hundirse juntos es la única salvación posible. Nos amamos hasta que el mundo se estrecha, hasta que el cuarto se queda pequeño y las paredes se curvan hacia adentro buscando contenernos. Hasta que cada caricia es un último aliento y cada gemido, una despedida que renace.

Porque amarnos así, sin aire, sin pausa, sin tregua, es entender que la vida está en ese momento justo antes del desmayo, en ese vértigo donde el cuerpo se rinde pero el deseo permanece intacto, latiendo como un corazón aparte. Es quedarse sin voz de tanto decir tu nombre, sin fuerzas de tanto desearte, sin aliento de tanto vivir en un solo instante todo lo que otros tardan años en sentir.

Y cuando finalmente caemos, exhaustos, vencidos por nuestra propia voracidad, entendemos que respirar es apenas un trámite entre beso y beso, que el aire es sólo una excusa para volver a empezar, para amarnos de nuevo hasta que el mundo desaparezca y sólo quedemos tú y yo, dos cuerpos sin aliento pero infinitamente vivos.

QUE LA POESÍA NOS HAGA

Que la poesía nos haga desandar los pasos que nunca tomamos, caminar por las estaciones que el invierno olvidó en su prisa, y beber del silencio que dejaron las palabras cuando aún creíamos en la inocencia del amanecer.

Que nos vuelva descalzos sobre la hierba húmeda del asombro, buscando entre la niebla ese rostro que una vez fuimos, antes de que el tiempo nos diera oficios y nos quitara la costumbre de mirar las nubes con hambre de infinito.

Que la poesía nos desnude de tanta certeza acumulada, de tantas respuestas que pesan como losas en el alma. Que nos enseñe a habitar las preguntas como quien habita un viejo granero lleno de trigo y sombras, donde cada espiga guarda un secreto que el viento contará solo a quienes se atrevan a escuchar con los ojos cerrados.

Que nos conceda la valentía de nombrar el dolor sin pudor, de cantar la alegría sin vergüenza, de tocar las heridas con la delicadeza con que se sostiene un pájaro recién nacido. Que nos recuerde que en cada grieta cabe un universo, y que hasta la piedra más fría guarda memoria del fuego.

Que la poesía nos junte los pedazos que el mundo desgranó en nosotros. Que nos una a los otros no por lo que tenemos, sino por lo que hemos perdido y seguimos buscando en el reflejo de un mismo río. Que nos enseñe que el amor no es un destino, sino el camino que se hace al andar con las manos abiertas y el corazón en vilo.

Porque al final, quizás la poesía no sirva para llenar la despensa ni calmar la sed cotidiana. Pero hará que la lluvia suene a promesa, que la noche se pueble de presencias, y que cada despedida lleve consigo la semilla de un reencuentro.

Que la poesía nos haga, sencillamente, más humanos. Más frágiles y más fuertes. Más solos y más acompañados. Más terrenales y a la vez… más cerca de aquella luz que encendimos un día, cuando aún éramos solo un verso en la boca del tiempo.

DEJEMOS LA POESÍA VOLAR

Ven, acércate sin miedo, extiende esos dedos que conocen el frío de la soledad y el calor de las promesas rotas. Dame la mano, esa mano que escribe y borra, que acaricia el aire buscando certezas en el vacío. Dame esa palma donde se acumulan las líneas del destino como surcos en tierra árida esperando la lluvia. No me des palabras ahora, no me des explicaciones ni justificaciones, no me des nada más que ese gesto simple, ese contacto primitivo que nos devuelve a lo esencial, a cuando éramos criaturas sin lenguaje y nos entendíamos mejor que ahora, cuando todo lo nombramos y al nombrarlo lo perdemos.

Porque mira, hemos llenado el mundo de versos, hemos construido catedrales de metáforas donde nos refugiamos del mundo real, donde el dolor duele demasiado y la felicidad es tan frágil que apenas la tocamos se deshace como pompa de jabón. Hemos hecho de la poesía una jaula de oro, hermosa pero prisión al fin, y nos hemos olvidado de que las palabras nacieron para liberarnos, no para encerrarnos. Nos hemos vuelto adictos a la belleza del lenguaje, a la cadencia perfecta, al ritmo que mece pero no despierta, y en ese mecerse nos hemos dormido, hemos perdido el contacto con la tierra bajo nuestros pies, con el cielo que nos llama desde arriba.

Dame la mano y salgamos de esta biblioteca infinita donde cada libro es un mundo que no habitamos realmente, donde somos espectadores de vidas imaginadas mientras la nuestra transcurre en penumbra. Dejemos que los poemas se escriban solos, que las palabras vuelen como pájaros migratorios hacia destinos que no necesitan ser cartografiados. Dejemos que la poesía nos abandone por un momento, o mejor dicho, dejemos de atraparla con nuestras redes de símbolos y metáforas, dejémosla ser lo que quiere ser: viento, suspiro, grito, silencio.

¿Sabes qué pasa cuando dejas de escribir sobre la vida y empiezas a vivirla? Que tus manos se ensucian de tierra, que tus pies se llenan de ampollas, que tu corazón late desacompasado y real, sin la métrica perfecta del endecasílabo. Que el dolor no rima con amor, sino que es algo más complejo, más sucio, más verdadero. Que la alegría no necesita ser comparada con el sol ni con el trino de ningún pájaro, porque es ella misma, pura, sin adornos, como la risa de un niño que no sabe todavía que existe la tristeza.

Ven conmigo y caminemos por calles que no aparecen en ningún poema, calles grises y prosaicas donde la gente compra pan y discute el precio, donde se forman las filas del banco y alguien silba una canción olvidada. Miremos esas vidas que transcurren sin épica, sin héroes ni villanos, solo personas que despiertan y duermen, que aman torpemente, que pierden y siguen, que caen y a veces no se levantan. Porque ahí, en esa aparente monotonía, late algo más grande que cualquier verso: late la vida misma, esa fuerza obstinada que nos mantiene respirando incluso cuando no encontramos razones poéticas para hacerlo.

Dame la mano y crucemos el umbral donde la poesía deja de ser escritura y se convierte en acción, en movimiento, en ese instante preciso en que dos personas se miran y se reconocen sin necesidad de palabras. Donde el silencio no es ausencia sino presencia plena, donde no hace falta decir "te quiero" porque el querer está ahí, en el gesto, en la mirada, en esa mano que sostiene otra mano y no la suelta aunque el mundo se derrumbe.

Porque hemos escrito tanto sobre el amor que nos hemos olvidado de amar, hemos teorizado tanto sobre la libertad que nos hemos encadenado a nuestras propias teorías, hemos poetizado tanto sobre el vuelo que hemos olvidado cómo se abren las alas. Y ahora estamos aquí, tú y yo, rodeados de páginas escritas, de borradores y versiones definitivas que nunca son definitivas, de palabras que dicen todo y no dicen nada, de metáforas que nos alejan de aquello que intentan describir.

Dejemos la poesía volar, sí, pero no como quien abandona algo valioso, sino como quien libera un ave que ha estado enjaulada demasiado tiempo. Dejémosla ir sabiendo que volverá, pero transformada, salvaje de nuevo, verdadera. Que vuele sobre los campos donde trabajan los campesinos, sobre las ciudades donde late el caos y el orden, sobre los mares que no necesitan ser azules para ser hermosos, sobre las montañas que no piden ser conquistadas solo contempladas. Que vuele la poesía y nos traiga de vuelta noticias del mundo real, ese mundo que existe más allá de nuestros cuadernos y nuestras pantallas iluminadas en la madrugada.

Dame la mano, te digo una vez más, porque ese gesto contiene más poesía que mil sonetos perfectos. En el contacto de tu piel con la mía hay más verdad que en todas las bibliotecas del mundo. En el calor que se transmite de una palma a otra está la esencia misma de lo que somos: seres que necesitan tocar y ser tocados, que necesitan la certeza física del otro, que necesitan anclar su existencia en algo tangible antes de lanzarse al vuelo de lo intangible.

Y entonces sí, solo entonces, cuando hayamos caminado juntos lo suficiente, cuando nuestros pies hayan dejado huellas en la tierra húmeda, cuando hayamos respirado el mismo aire y sentido el mismo viento, cuando hayamos probado el mismo pan y bebido del mismo vaso, cuando hayamos permanecido en silencio sin incomodidad, mirando el atardecer que no es metáfora de nada sino simplemente un atardecer, solo entonces podremos regresar a la poesía, pero ya no seremos los mismos.

Regresaremos a ella como quien vuelve a casa después de un largo viaje, cargados de experiencias reales, de historias vividas no imaginadas, de cicatrices que son prueba de que estuvimos ahí, presentes, vivos, vulnerables. Y escribiremos entonces, si es que aún queremos escribir, pero lo haremos diferente. Las palabras saldrán de nosotros como sale el agua de un manantial, sin esfuerzo, sin artificio, puras y cristalinas. Ya no buscaremos la rima perfecta ni la imagen más brillante, porque habremos comprendido que la verdadera poesía no está en el cómo decimos las cosas sino en el qué tenemos que decir, y sobre todo, en el por qué.

Ven, dame esa mano que tiembla de incertidumbre, que duda entre el gesto y la retirada, que ha sido rechazada tantas veces que ya no sabe si debe extenderse. Dámela sin reservas, sin condiciones, sin la expectativa de que este encuentro sea eterno o siquiera largo. Dámela simplemente porque en este momento, en este instante fugaz que ya es pasado mientras lo nombramos, estamos aquí, tú y yo, dos seres humanos en medio del vasto universo indiferente, dos conciencias que se reconocen y deciden, contra toda lógica, contra toda sensatez, no estar solos.

Dejemos que la poesía vuele, que se remonte más allá de las nubes, más allá de las estrellas que tanto hemos invocado en nuestros versos sin realmente mirarlas. Que vuele hasta perderse de vista, hasta convertirse en un punto insignificante en el horizonte infinito. Y nosotros, aquí abajo, con los pies en la tierra y las manos entrelazadas, aprenderemos a vivir sin el filtro de las palabras, sin el refugio de las metáforas, desnudos ante la realidad que es más extraña, más hermosa y más terrible que cualquier cosa que hayamos imaginado.

Porque la vida, la verdadera vida, no cabe en los versos, se desborda, es demasiado vasta, demasiado compleja, demasiado caótica. Y sin embargo, cuando finalmente la tocamos, cuando la abrazamos con toda su imperfección y su desorden, descubrimos que no necesita ser poetizada para ser perfecta. Que su perfección reside precisamente en su imperfección, en su desorden, en su capacidad de sorprendernos y decepcionarnos a la vez, de levantarnos y derribarnos, de darnos todo y quitarnos todo en el mismo movimiento.

Dame la mano, te ruego ahora no con palabras sino con la urgencia de quien sabe que el tiempo se agota, que cada segundo que pasa es un segundo menos, que la muerte espera paciente al final del camino y no le importan nuestros versos, nuestras metáforas, nuestros intentos desesperados de detener el tiempo con palabras. Dame la mano y seamos inmortales a nuestra manera, no a través de los poemas que dejemos escritos sino a través de este momento compartido, de esta decisión de estar presentes el uno para el otro, de esta valentía de ser vulnerables y reales.

Y cuando finalmente la poesía regrese a nosotros, porque siempre regresa, la recibiremos como a una vieja amiga que nos ha perdonado por dejarla ir. Vendrá transformada, enriquecida por su viaje, llena de historias que contar y mundos que mostrar. Pero ya no seremos sus esclavos, sino sus compañeros. Ya no escribiremos para huir de la vida, sino para celebrarla. Ya no usaremos las palabras como escudo contra el dolor, sino como puente hacia la comprensión. Ya no haremos de la poesía una torre de marfil, sino un camino de tierra que todos pueden transitar.

Así que ven, dame esa mano que espera ser tomada, y caminemos juntos hacia el horizonte donde la poesía y la vida son una sola cosa, donde el verso y el gesto se funden, donde la palabra y el silencio se abrazan, donde todo lo que hemos separado vuelve a unirse en la totalidad que siempre fue. Dejemos que la poesía vuele, sí, pero volemos con ella, no como palabras en una página sino como seres de carne y hueso que han decidido que vivir es el poema más hermoso que jamás escribirán, aunque no quede registrado en ningún libro, aunque nadie lo lea excepto nosotros mismos, aunque se desvanezca con nuestro último aliento.

Porque al final, cuando todo se haya dicho y hecho, cuando los libros se cierren y las palabras se silencien, lo único que quedará será esto: el recuerdo de dos manos entrelazadas, el eco de dos corazones que latieron al mismo tiempo, la certeza de que, al menos por un momento, no estuvimos solos en esta inmensidad incomprensible que llamamos existencia.

DÉJAME LLORARTE

Otro aniversario que no coincidimos
Déjame creer que a veces tú también
Te imaginas conmigo
Ya hice las paces con tenerte ausente
Y puede parecer que es mejor sin ti
Pero yo quiero verte

Déjame llorarte porque
Porque nunca fuimos
Porque te he esperado
Tengo bajo llave tantas ilusiones
Y sueños guardados
Y si te interesa, yo aquí siempre he estado
Y al final del día, aunque duela tanto
Ya te he perdonado

Yo no cambiaría nada por perderte
Me cuesta creer que no sientas igual
Que el tiempo se nos pierde

Déjame llorarte porque
Porque nunca fuimos
Porque te he esperado
Tengo bajo llave tantas ilusiones
Y sueños guardados
Y si te interesa, yo aquí siempre he estado
Y al final del día, aunque duela tanto
Ya te he perdonado

Déjame llorarte porque
¿Otro aniversario de qué?
Para qué te lloro, no sé

Porque nunca fuimos
Si es que te he esperado
Tengo bajo llave tantas ilusiones
Y sueños guardados
Y si te interesa, yo aquí siempre he estado
Y al final del día, aunque duela tanto
Déjame llorarte porque

Compositores: Manuel Ramos Quintana / Paula Arenas
Canta: Paula Arenas

HASTA QUE LLEGASTE TÚ

Había olvidado que el corazón también respira. Que late de otra manera cuando alguien pronuncia tu nombre en medio del silencio. Andaba yo por la vida como quien camina descalzo sobre vidrios rotos, desconfiando de cada paso, de cada mirada, de cada palabra que sonara demasiado dulce. El amor se me había convertido en una cicatriz que dolía al tacto, en una puerta cerrada que ya ni siquiera me atrevía a tocar.

Guardaba mis sentimientos bajo llave, como quien esconde dinero de una guerra que nunca termina. Me había acostumbrado a la soledad de dos, a esas relaciones donde uno está pero no vive, donde uno abraza pero no siente. Y así me fui volviendo piedra, muralla, fortaleza vacía.

Pero entonces apareciste tú. No con fuegos artificiales ni promesas de telenovela. Llegaste como llega la madrugada después de una noche muy larga: despacio, sin hacer ruido, iluminando todo. Y yo, que ya había jurado no volver a arriesgar el pellejo en esto del amor, me encontré bajando las defensas, abriendo ventanas que llevaban años clausuradas, dejando entrar el aire fresco de tu risa.

Volvió a creer en el amor este corazón escéptico, este que ya se había resignado a latir por costumbre nomás. Y no fue magia ni milagro—fue simplemente que llegaste siendo quien eres, sin máscaras, sin juegos, siendo verdad en un mundo que se había vuelto puro disfraz. Y eso, mi amor, eso fue suficiente para que volviera a creer.

SU CAFÉ...

Su café...
su ternura...
su tinta, señora
me marca como si fuera suyo

Cada palabra suya me nombra,
cada gesto me escribe,
cada silencio suyo me firma el alma.

Y yo que ya soy verso
solo me dejo llevar
por la calidez de su aroma,
por el arte de su voz,
por la tinta que me reclama
como propiedad del corazón.

VUELVO A VERTE

Se acabó, ya no hay más
Terminó el dolor de molestar
A esta boca que no aprende de una herida
He dejado de hablar
Al fantasma de la soledad
Ahora entiendo, me dijiste que nada es eterno
Y solo queda subir otra montaña
Que también la pena
Se ahoga en esta playa
Y es que vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Y que se entere el mundo
Que de amor también se puede vivir
De amor se puede parar el tiempo
No quiero salir de aquí
Porque vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Y que se entere el mundo
Que no importa nada más
Esta humilde canción
La que está arrancándome la voz
Va llevándome a un latido diferente
Corre por mis venas
La música de un alma libre
Y sin cadenas, sin luz que perseguir
Y es que vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Que se entere el mundo
Que de amor también se puede vivir
De amor se puede parar el tiempo
No quiero salir de aquí
Porque vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Que se entere el mundo que no importa nada más
Y es que vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Y que se entere el mundo que
Que de amor también se puede vivir
De amor se puede parar el tiempo
No quiero salir de aquí
Porque vuelvo a verte otra vez
Vuelvo a respirar profundo
Que se entere el mundo que no importa nada más
Que se entere el mundo que no importa nada más

Canta: Malú
Compositores: Pablo José López Jiménez 

ESTA VIDA

Me gusta el olor que tiene la mañana
Me gusta el primer traguito de café
Sentir como el Sol se asoma en mi ventana
Y me llena la mirada de un hermoso amanecer

Me gusta escuchar la paz de las montañas
Mirar los colores del atardecer
Sentir en mis pies la arena de la playa
Y lo dulce de la caña cuando beso a mi mujer
Sé que el tiempo lleva prisa pa' borrarme de la lista
Pero yo le digo que

Ay, qué bonita es esta vida
Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares
Siempre hay alguien que nos quiere
Siempre hay alguien que nos cuida
Ay, ay, ay, qué bonita es esta vida
Aunque no sea para siempre
Si la vivo con mi gente
Es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila

Me gusta escuchar la voz de una guitarra
Brindar por aquel amigo que se fue
Sentir el abrazo de la madrugada y llenarme
La mirada de otro hermoso amanecer
Sé que el tiempo lleva prisa pa' borrarme de la lista
Pero yo le digo que

Ay, qué bonita es esta vida
Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares
Siempre hay alguien que nos quiere
Siempre hay alguien que nos cuida
Ay, ay, ay, qué bonita es esta vida
Aunque no sea para siempre
Si la vivo con mi gente
Es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila

Compuesta por: Jaime Flores / Luis Carlos Monroy / Raúl Ornelas.
Canta: Jorger Celedón

GANAS MUTUAS

Cuando las ganas son mutuas,
la pasión es inevitable.
Las miradas se encienden,
los cuerpos se reconocen
antes de tocarse.

El aire se vuelve pesado,
la respiración, urgente.
No hay palabras,
solo el lenguaje de las manos
buscando piel,
de las bocas encontrándose
hasta quedar sin aliento.

La ropa cae como promesa rota,
el deseo se desata en la penumbra,
y cada movimiento es un incendio
que consume la razón.

En ese instante
no existe el mundo,
no existe el tiempo,
solo el placer que estalla
cuando dos almas se reclaman
y se hacen suyas sin pedir permiso.

MI AMOR.ME ESPERA CADA DÍA

Hay una luz que se enciende cada mañana en el umbral de mi pecho, y es la certeza de que alguien me espera. No es la espera vacía, esa que devora las horas como un animal hambriento, sino la espera llena, rebosante, la que construye puentes invisibles entre el amanecer y el crepúsculo.

Mi amor me espera cada día. Y en esa espera hay una promesa que no necesita palabras, un pacto sellado con la mirada, con el roce de las manos al despedirnos, con ese último adiós que ya lleva dentro el abrazo del reencuentro.

Me voy por las calles sabiendo que hay un lugar donde mi ausencia tiene forma, donde dejo un hueco cálido que nadie más puede llenar. Y eso me hace caminar distinto, respirar distinto, como si llevara un sol pequeño en el bolsillo de la camisa.

La felicidad no es siempre ese estallido de fuegos artificiales que pintan el cielo. A veces es apenas esto: saber que al final del día habrá una puerta que se abre, unos ojos que buscan los míos, una voz que pronuncia mi nombre como si fuera la primera vez, como si mi nombre fuera el único nombre del mundo.

Mi amor me espera. Y yo regreso, una y otra vez, como el río que vuelve siempre a su cauce, como el pájaro que conoce de memoria el camino a casa. Porque la dicha más profunda no está en los grandes gestos, sino en esta pequeña eternidad que se repite: ser esperado, ser recibido, ser amado en la cotidianidad de cada atardecer que cae sobre nuestras cabezas como una bendición silenciosa.

TU VOZ

Tu voz es como una canción lenta
que se cuela por mi piel,
que me acaricia por dentro
como si fuera melodía hecha suspiro.

Y eso que tú, 
los versos me has regalado han sido escritos 
pero esas pocas letras,
y era como escuchar tu voz 

Y me bastaron para soñar,
para sentir que cada palabra tuya
tenía mi nombre escondido,
mi deseo tatuado,
mi silencio convertido en canción…

MADRIGAL EFUSIVO

Déjame amar tus claros ojos, tienen, lejanías sin fin, de mar y cielo, y sus fulgores apacibles vienen hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen mis viejas sombras y se vuelvan flores; deja que con tus ojos se fascinen, como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos, que en ellos sueñe inexplorados mundos, que en ellos bañe mi melancolía...

Son tristes, luminosos y profundos, como puestas de sol, amada mía.

VEN

Ven,
conjuguemos los deseos
que tanto escribimos,
que tantas noches han temblado
en la punta de nuestros dedos.

Hagamos del verbo amar
un imperativo urgente,
del verbo tocar
una oración eterna,
y del verbo desear
el idioma de nuestra piel.

Ven,
declinemos juntos el placer:
yo te sujeto, tú me muerdes,
yo te bailo, tú me gritas,
y en cada conjugación
nuestros cuerpos inventan poesías.

Hagamos del presente
nuestro único tiempo,
del futuro,
una promesa temblorosa
que se repite
cada vez que nos encontramos.

Ven…
conjuguemos los deseos,
sin comas, sin pausas,
hasta que el último verso
sea un gemido compartido.

NO SON SOLO LETRAS

No son solo letras,
Lo que escribo
son emociones, ilusiones,
es la voz que tiembla
cuando el alma habla en silencio.

Las emociones no se traducen,
las ilusiones no se explican,
simplemente se sienten,
se clavan en el pecho,
te hacen cerrar los ojos
y sonreír sin querer...

LAS SONRISAS

Si las sonrisas tienen dueño,
y yo me apunto a ser el tuyo.
Dame esa curva de luz,
quédate en mi boca un segundo mas...

Quédate en mi corazón
en mi poesía que está
llena de ti, de tu sonrisa.
déjame ser el dueño
poseerla y que sea mi vida...

POR QUE ME ENAMORÉ DE ELLA

Me enamoré porque en sus ojos encontraste el reflejo de todas las tardes que creíste perdidas, porque su voz tenía el eco de las campanas que tocaban en tu infancia cuando el mundo aún cabía en la palma de una mano. 

Me enamoré de la manera en que caminaba entre las sombras de la ciudad, como si fuera la única que conociera el secreto de convertir el asfalto en arena tibia, de transformar el ruido en música callada que solo tú podías escuchar.

Fue por sus manos, que hablaban un idioma anterior a las palabras, un lenguaje de gestos que tu corazón traducía sin diccionario. Por la forma en que se detenía ante las ventanas de las librerías viejas, como si en cada título pudiera encontrar la clave de algún misterio que ustedes dos habían comenzado a descifrar juntos. 

Me enamoré porque cuando reía, el tiempo se olvidaba de seguir su curso, y las calles de la ciudad se volvían senderos de pueblo donde podían caminar descalzos hasta el fin del mundo.

Porque en su silencio había más música que en todas las canciones que habías escuchado, y en su presencia descubriste que el amor no es un sentimiento que llega, sino un territorio que se habita, una geografía nueva donde cada rincón tiene el sabor de lo eterno y cada momento es una pequeña revelación de que la vida, después de todo, valía la pena ser vivida.

EL SONETO DE LOS TRES SÍMILES

Débiles son mis pies; mi paso, incierto. Perdí la huella de la caravana. Me sorprendió la noche en el desierto ...Y no me importa; llegaré mañana.

Vencido por la niebla, el sol ha muerto. El mar se agita en ondas de obsidiana. Mi nave cruje; está remoto el puerto . . . Y no importa; llegaré mañana.

Cuando salí, todo era flor, el huerto. Hoy, la lluvia en el aire se desgrana, y el camino, de nieve se ha cubierto.
La tierra prometida esta lejana. No hay ruta fácil ni horizonte abierto. Y no me importa; llegaré mañana.

BÉSALA

Bésala tan profundamente,
Tan apasionadamente,
Que ella olvida dónde termina
Y dónde empiezas.

Bésala hasta que el mundo se disuelva,
Hasta que el silencio se convierte en música,
Y ella se siente viva
Por primera vez en mucho tiempo.

Deja que tus labios cuenten la historia
Que las palabras nunca se atrevieron a decir,
Deja que el fuego se mueva 
de la boca al alma
Hasta que su corazón se acelere
Como si acabara de nacer…

LO MEJOR DE UNA MUJER

Lo mejor de una mujer
no es su envoltorio,
es lo que arde dentro:
Su humor que enciende la vida, 
Sus ocurrencias que desarman el día, 
su valentía para levantarse del suelo, 
su manera de pensar que sacude, 
su sentir que acaricia el alma,
y su poesía,
esa que no siempre escribe en papel,
pero que se lee en su mirada
y en la forma en que ama.

USTED, SEÑORA MÍA

Usted, señora mía,
es la poesía que no rima
pero vibra,
es la estrofa que susurra
en la penumbra de mis noches.

Es el verso extendido
que lleva mi nombre allí escondido,
escrito no con tinta,
sino con la dulzura de su piel
y el calor de su mirada.

Usted es mi eterna fantasía,
pero también mi calma,
la música suave
que me arrulla en su regazo
y me enciende sin prisa.

No es solo cuerpo,
es ternura que abraza,
es el suspiro que me rompe
cuando su boca roza la mía
en ese beso que no tiene fin.

Usted, señora mía,
es mi musa y mi refugio,
la que me invita a pecar despacio,
a arder de manera infinita
y a quedarme, después,
en la paz de su abrazo.

LA MEJOR CONVERSACIÓN

La mejor conversación
son dos que se miran
y sonríen sin parar.

No hacen falta palabras,
ni discursos largos,
solo ojos que se encuentran
y bocas que confiesan
con una sonrisa
lo que el alma ya sabía.

Allí, en ese silencio feliz,
el mundo se calla,
y lo único que suena
es la risa compartida,
la complicidad que no necesita voz.

HAY ABRAZOS

Hay abrazos que no viajan con los brazos,
sino con las letras.
Son epistolares, íntimos, invisibles:
se enredan en cada palabra,
se esconden en los pliegues de un “te pienso”,
y llegan a la piel como si fueran caricia.

Un abrazo epistolar no pesa,
pero sostiene.
No se oye,
pero late.
No se toca,
pero queda.

Y así, entre líneas, descubro
que escribirte
es la manera más secreta y hermosa
de abrazarte.

FIEBRE DE TINTA

Tengo fiebre de tinta y de ti, y en cada trazo tu presencia me recorre como un fuego silencioso.
No estás aquí, y sin embargo te siento: en el temblor de mis manos, en la tinta que mancha mis dedos, en las palabras que se derraman como sudor sobre la página. Cada letra es un suspiro que no se atreve a pronunciar tu nombre, cada frase un cuerpo que se dobla entre el deseo y la ausencia.

La fiebre de ti no quema solo la piel, quema los recuerdos, quema la calma, quema el tiempo que nos separa. Es un incendio que nadie ve, pero que habita en cada línea que escribo, en cada pausa que me recuerda que estuviste y que todavía estás, aunque solo sea en tinta y en temblor.

No puedo tocarte, no puedo abrazarte, pero la tinta me acerca a ti. Cada palabra es un roce, cada párrafo un encuentro, cada página un latido compartido. La fiebre de ti se esconde en lo que no digo, en lo que dejo entrelíneas, en lo que la tinta recoge y guarda, eternamente.

Hueles a tinta, y yo me pierdo en tu olor, en tu forma de existir sin tocar, en la manera en que tu ausencia se hace tangible y hermosa. La fiebre de ti no se apaga, no cede, no olvida: habita en mí, habita en la tinta, habita donde solo nosotros sabemos que existe.

SI UN DÍA MI SILENCIO...

Si un día mi silencio se prolonga tanto que parezca eterno, no me busquen en la rutina, ni en las calles, ni en las voces que me conocieron.

Tal vez ya no estaré, tal vez mi nombre solo sobreviva en las huellas de tinta que dejé en cada verso.

No me lloren como a quien se apaga, recuérdenme como la muchacha que hizo de las palabras un incendio, que encontró en la poesía un hogar, un refugio, una forma de existir más allá del cuerpo.

Si mi ausencia se mide en años y no en días, sabrán que me he marchado hacia ese lugar del que nadie regresa.

Y aunque mi voz ya no se escuche, mis versos seguirán ardiendo en las páginas, respirando por mí, viviendo por mí.

Guárdenme en la memoria como la mujer que se desnudaba en metáforas, que se entregaba entera en cada palabra, que convirtió su dolor en llamas y su amor en eternidad.

Que cuando pronuncien mi nombre, la poesía responda en mi lugar.

Ese será mi modo de quedarme, incluso después de la despedida.