Está ya oscurecida la hermosura;
los árboles desnudos
se mecen en la sombra,
y un gran silencio vela suspendido.
En brazos de la noche
se guarda y perpetúa la promesa del día,
la prometida plenitud del día
que cumple en sólo prometerse
un don que nos inclina,
y nos fuerza, y nos basta.
De noche la hermosura a solas habla;
a solas en el aire solo
late oculto el ardor de su promesa
sin cesar renovada.
Y a través de la noche,
desde el oscuro fondo de su entraña,
nos guía y acompaña
heridos de esperanza, al nuevo día,
nuevamente a cumplir bajo el sol nuevo
su plenitud igual y suficiente
de prometida nuestra sin fin, siempre la misma.
Yo no te olvido, habitas en un lugar donde nadie puede tocarte, donde nadie sabe que existes, donde nadie puede herirte, ni yo con mi olvido, ni tú con tu ausencia.
Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.
En brazos de la noche
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