Todo me gusta en ti, mi alma te ansía:
porque eres más divina que una santa.
Me gusta el alocar de tus cabellos,
la eterna rebeldía que hay en ellos;
me gusta la locura de tu risa,
de esa risa más franca que la brisa;
me gusta el terciopelo de tus ojos
y la lujuria de tus labios rojos...
Todo me gusta en ti, todo me encanta;
la tersura sin par de tu garganta,
el bello naciente de tus senos
ánforas que el placer mantiene plenos.
Y aquellos dos botones excitantes
que besaron mis labios lujuriantes
cuando abatí, rendido, mi cabeza
rezando ante el altar de tu belleza.
Todo me gusta en ti, mi alma te ansía;
pero... una cosa tuya me quebranta;
tu excesivo flirteo en Galathea,
tu morbosa ansiedad de hacer que crea
todo aquel que te ve y que te admira,
que es tu amor hacia mí, pura mentira;
un amor que resurge en el ocaso
de otro amor que finó con el fracaso.
Todo me gusta en ti, pero es en vano
que ponga sobre ti un cariño humano...
Nos separa un abismo: el de tu vida,
una vida de orgía indefinida
y un amor: el amor al que diste
lo que, acaso, tú nunca presentiste.
Todo me gusta en ti; mi alma te ansía:
si algún día pudiera hacerte mía
¡cuánto yo te amaría!