Ese día el caballero estaba tan ensimismado con sus múltiples ocupaciones, que no pudo percatarse de su presencia, o al menos no quiso dar señales de hacerlo. Sintió su presencia pero no lo creía, hacía tanto tiempo que su ángel no lo visitaba, que no deseaba romper ese momento mágico. Sentía una lluvia de palabras que acariciaban lo más profundo de su ser; “Te amo con toda el alma, te extraño amor...”
Desde el día en que ella lo enamoró, le entregó después de su corazón su alma, así que ella tenía dos almas, la de ella… y la de él, a partir de ese día podía sentirla todo el tiempo, al punto que algunas veces padecía de un amoroso insomnio, que llegaba cuando ella más intensamente lo pensaba, lo anhelaba, lo buscaba en las sombras de la noche en la soledad de sus aposentos. Cuando eso sucedía no abría los ojos para sentirla más profundamente, para no romper la magia, hasta que volvía a dormir suspirando para seguir soñando con ella.
Mientras trabajaba tuvo esa sensación, sentía su presencia, sus caricias, sus besos, que lo hacían estremecerse… y suspirar. Pero fingió no darse cuenta y aparentó seguir trabajando, con los ojos cerrados para sentir en todo su ser, en lo más profundo, su respiración era acelerada y la rosa de su pecho palpitaba agitadamente. Se quedó inmóvil mientras ella seguía, en momentos no distinguía entre la realidad y un sueño, pero a él no le importaba, pues no creía lo que estaba sucediendo. Pero en sus papales ¡Hay un destello de ángel!
Esa noche llegó a sus aposentos cuando ella dormía, como hacía cada noche, penetrando en su cuerpo, en lo más profundo de su ser, acariciaba su alma con tal ternura y amor, que en ocasiones ella gemía y suspiraba apretando las sábanas, era ese el momento en que él sabía que ellos dos eran un solo ser, un solo cuerpo, una sola alma, era el momento más divino del día, el momento de su comunión total, de la unión total y absoluta de su verdadero amor.
Ella estaba ligeramente volteada esa noche, dándole la espalda, él susurró amoroso en su oído, diciendo primero su nombre, su verdadero nombre; “Gracias amor por el regalo de tu presencia, te amo más allá del universo”, y la abrazó con la delicadeza que ella merecía.
A la mañana siguiente, antes del amanecer, la cabaña del caballero emanaba un resplandor que procedía del caballero, el revisó sus papeles, para cerciorarse de que todo había sido realidad y no el resultado de un intenso anhelo. Era verdad, pensaba para sí; ¡Hay entre mis papeles destellos de ángel!
Los ángeles tienen alas y las alas plumas, pero el ángel del caballero era único, tenía destellos que semejaban plumas, era además un ángel definitivamente femenino, muy femenino, de una femineidad también única y arrolladora, eso era entre otras tantas y maravillosas cosas lo que hacían que él estuviera profundamente enamorado de ella, su ángel.
Cuando salió de su cabaña el caballero se sorprendió al ver a muchos de los seres y a los animales del bosque esperándolo afuera, cosa que usualmente no sucedía, pero habían sido atraídos por tanta luminosidad poco común antes de despuntar el alba.
Cuando salió de su cabaña el caballero se sorprendió al ver a muchos de los seres y a los animales del bosque esperándolo afuera, cosa que usualmente no sucedía, pero habían sido atraídos por tanta luminosidad poco común antes de despuntar el alba.
El caballero los observó, sin notar que un halo de luz muy intenso lo envolvía y vió en sus rostros expresiones de asombro y alegría, las hadas -que intuían que no tenían la simpatía de la princesa, pero quieren y admiran a la princesa por el intenso amor que le profesa al caballero-, estaban a prudente distancia para que ella no tuviera excusa para enojarse con él, Karisma un fauno no muy agraciado físicamente pero que tenía un corazón de oro y se caracterizaba por su imprudencia, comentó: “Parece lámpara”, los demás lo callaron gentilmente, en medio de las ninfas Beka, la de profundos pensamientos y Antara, la de la lógica y buenos sentimientos, se encontraba Faria, la ninfa curiosa que no aguantó más y se acercó para tocar el halo del caballero. Toda ella se iluminó suspirando y un murmullo de asombro se escuchó inmediatamente. El amor se contagia y en ese día el Bosque Encantado estaba contagiado del más intenso y sincero amor del caballero y su princesa.
Fue hasta ese momento que el caballero notó lo que estaba pasando, estaba reluciente, brillante, se puede incluso decir que se veía hermoso, como amanecía su princesa después de pasar una noche de intenso y verdadero amor con él.
Caminó lentamente, todos se abrían a su paso y todo quedaba iluminado a su paso, los seres del bosque iban metiéndose uno a uno en el resplandor que dejaba el caballero para sentirse llenos de un bienestar inigualable, comprendiendo cada día más el significado del amor.
Caminó lentamente, todos se abrían a su paso y todo quedaba iluminado a su paso, los seres del bosque iban metiéndose uno a uno en el resplandor que dejaba el caballero para sentirse llenos de un bienestar inigualable, comprendiendo cada día más el significado del amor.
Los aldeanos salieron a su encuentro pero solo podían verlos los de noble corazón, los demás solo veían el resplandor que dejaba el caballero a su paso, rumbo al castillo de la princesa para ver el amanecer al tiempo que veía hacía la ventana de ella.
Al llegar al lugar de su rito de amor, los primeros rayos del sol comenzaron a aparecer pero no eran lo suficientemente intensos para opacar el resplandor del caballero que estaba lleno de destellos de su ángel. Mirando hacia la ventana de la Princesa Ángel, susurró su nombre, su nombre verdadero y posteriormente le dijo, como si ella pudiera escucharlo: “Te extraño, te amo, amor de mi vida”.
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