El escribía poemas en su espalda. Y no le importaba navegar sus valles o naufragar por sus lunares. Y ella en cambio se bañaba en sus palabras, que en cada letra le acariciaban el alma. Y aunque no veía lo que él escribía, lo sentía tan cerca como el papel en su piel, como el tacto de sus manos, como el trazo de su pluma agitando su piel desnuda.
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