Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

4 décadas... y un poco más

Sentado en la banca de un parque la esparaba,  veía a la gente pasar y eso me entretenía.

Una niña y su mamá paseaban en bicicleta y al pasar frente a mi ambas me sonrieron a manera de saludo, yo correspondí.

Había  un globero y el imprescindible señor de los helados, más allá un joven vendía papalotes que ponían a los padres en enredos, literalmente.

A Caroline la conocí de adolescente, 12 o trece años, ella no hablaba español y mi inglés era muy limitado. Vino en un programa de intercambio cultural siendo una estrella de un programa de televisión infantil. A pesar de que es 8 años mayor que yo, desde entonces nos entendimos bien.

Ella con paciencia infinita esperaba que yo encontrara la palabra adecuada para decirla en inglés y corregía gentilmente mi pronunciación con su británico y encantador acento inglés.

Llegó con su inconfundible sonrisa, hermosa, ahora yo  soy más alto, ella sigue siendo bella, luce mas joven que su edad, con su cara de niña, su cabello rubio, sus hermosos ojos azules, sin cirugías -esto me lo comentó  después ya que tiene pánico al quirófano-, lo que la hace aun más atractiva, creo que esta más delgada. Nos sonreímos, abrazamos y besamos al saludarnos como si el tiempo no hubiera pasado.

Ahora habla español fluídamente, resultado de años de radicar en Madrid y mi inglés es más fluido sin ser británico, así que platicamos mezclando los idiomas.

Nos pusimos al día y ambos estábamos fascinados el uno con el otro, sobre todo por la forma de coincidir tan inesperada. Su hija es amiga de una amiga mía que ahora vive en Madrid, una vez ella y su hija la visitaron y cuando dijeron que venían a México, mi amiga les pidió entregarme algo. Caroline recordó el apellido y surgió la inquietud de que fuera la misma persona de hace más de 40 años.

Recibí el obsequio de mi amiga pero no pude ver a Caroline por cuestiones de mi trabajo, pero hicimos contacto por teléfono y fue ella quien propuso este lugar de reunión.

La plática se alargó por horas, así. Que fuimos a merendar a un lugar cercano. Llegó  el momento de las confidencias ella inició con la confianza que sentíamos, diciendo que se había ido enamorada de mi a pesar de la diferencia de edades. Yo le confesé que me había quedado enamorado pero en ese tiempo callé... ¡por la diferencia de edades! Reímos.

Continuamos platicando hasta que casi cierran el restaurante y la acompañé a su hotel. Su estancia sería corta pero quedamos de seguir en contacto, ahora la tecnología ayuda.

Hace más de cuarenta años inició una amistad que la distancia y el tiempo interrumpió. Ahora continúa a pesar del tiempo y la distancia.

Ella sigue bella, encantadora, jovial, disfrutamos estar juntos y apreciamos lo que uno encontró en el otro. Por lo pronto soy feliz de coincidir una vez más y poder darme cuenta que hay personas que el tiempo no transforma su esencia original, sino que las mejora.

Nos despedimos ese día felices por el reencuentro y saber que lo que sembramos hace años germinó en una mejor relación.

A veces la vida nos besa en la boca y este día la vida me sacó a bailar también.

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