Y es que a veces los destinos más trágicos y escritos en piedra son torcidos y eso sucede cuando en lugar de arrancar la flor la besamos.
Cuando en vez de lanzar la piedra la soltamos y queriendo muertos de miedo quedarnos callados, decimos todo eso que sentimos.
Cuando desesperados buscando culpables, finalmente nos reconocemos parte.
Cuando comprendemos que somos conciencia viajando en un cuerpo con un ego a veces sordo, mudo y ciego, que sirve a la supervivencia del cuerpo y nos conduce dormidos.
Cuando por fin pegamos el salto y descubrimos, que estamos siguiendo un plan trazado por los planetas que se vislumbra divino.
Cuando sabemos que lo que le hacemos a los otros nos lo hacemos a nosotros mismos.
Es entonces que nos damos cuenta que contamos con un único tesoro el que somos capaces de crear con nuestra palabra y nuestras manos sabiendo que lo que hacemos es lo mejor que podría haber sido.
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