Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La eternidad en nuestras manos

Fueron algunos amaneceres,
que me dieron el sol diferente,
fueron tus piernas y las mías
que querían sonrojar al despertar.

Tu y yo, sin remedio,
la única cura a los males sin amor,
el único enredo en nuestras sábanas, 
que no ocupa más que ser.

Eramos dos conocidos 
que querían volver loca a la luna,
con la ropa tirada al olvido,
con la desnudez de sus labios.

No sé si el tiempo
nos haga eternos,
pero lo vivido amor,
aquí se queda.

Seremos nosotros
los que a fuego Iento,
seamos la eternidad en
nuestras manos.

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