A ti, chica dura. A ti, que te sabes mentir tan bien. A ti, que le has enseñado a tus ojos a beberse las lágrimas. Hazte un favor y déjate llorar. Hazte otra, y déjate sentir. Y ya que estás, hazme el último a mí, y déjame quererte. Tu y yo, bien sabemos que estás hecha de carne y no de sal, que por tu sangre roja corre un mar azul que acaricia tus castillos de arena. Sé en carne propia, cuánto cansa edificar corazas, cuánto duele llevar a cuestas los escombros de esas cosas que abruman los silencios. Amor, deja la carga, baja la guardia y déjate dormir en mi pecho.
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