Yo quería ser viento
y acabé tormenta,
intenté con la brisa
y me sumergí en el mar,
apacigúé el fuego
y se incendió la pradera.
Desconcertado
busqué el silencio
y perdí la calma.
Mas jamás, jamás
me venció el desaliento
ni aún en el ocaso
al ser un viejo árbol de roble.
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