Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Se quedó

Se quedo aun conociendo todo mi pasado y notando el vacío entristecido que salía desde el fondo de mi alma.

A ella, nada le importó, ni mis miedos, ni mis heridas, y mucho menos mis errores.

Me aceptó tal como era, pero unió todos mis pedazos, y poco a poco me reconstruyó. Ella se hizo dueña de mi fragilidad, y me revistió con su carácter y ternura.

Ella no necesitó la aprobación de nadie, simplemente se sostuvo entre mis brazos y resolvió ser feliz con todas mis rarezas.

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