Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Adicto...

Que no le tiemble la piel, sino el alma, si es que causo en usted alguna reacción, como la luna con el mar. Total, a lo único que nos arriesgamos es a volvernos adictos a unos labios, en mi caso, a sus besos que tengo tantas ganas de sentir.

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