Recuerdo que esa noche me senté al borde de la cama, no conseguía dormir ni entender lo que me pasaba.
Y mis ojos se humedecieron, echaron de menos los buenos momentos.
Entonces me abracé, me abracé tan fuerte que me sentí feliz de tenerme, y esa fue razón suficiente para no abandonarme, para no detenerme.
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