-¿Un café tal vez? Para empezar al menos, después un beso o la vida ¿En ese orden te parece?, pregunté.
-Que tonto, respondió y me plantó un beso en los labios añadiendo: ya tendremos la vida para ir por un café.
Sonreí no pude evitarlo; estoy seguro de que le faltaba una tuerca o dos y eso, justo eso, me volvía loco.
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