El día que te conocí supe que los pretextos para no enamorarme se me habían terminado. No digo el día que te vi, porque eso es algo muy distinto. La diferencia entre ver y conocer radica en que para lo primero hay una consecuencia de atracción física y para lo segundo se genera una atracción más fuerte y profunda Espiritual. Así que me enamoré de ti cuando te conocí, si bien no del todo, por lo menos lo suficiente. Fue el mismo día en que dejé de buscarle el sentido a muchas cosas porque comprendí que, por mucho que uno intente evadirlas, hay personas que llegan con el propósito de cambiarte la vida. Y es inevitable. Puedo diferenciarte del resto de mujeres si me miras de la misma forma que haces para detener el tiempo. Muchas intentan imitarte en vano (lo sé, las he visto), y es que lo mas bonito de conocerte es saber que no existe nadie en todo el mundo que se te parezca. Así que eres tú, simplemente. Y yo, que a veces intento obtener un papel protagónico en la historia que narra tu sonrisa. Te quiero como para dejar de ver finales tristes y amanecer con la esperanza abrazándonos las heridas. Sé que puede parecer muy soñador de mi parte, pero no creo que pueda ser más sincero con alguien. Me encantas. Luego de esta confesión no espero salir absuelto, al contrario. Y si vas a condenarme, que sea a una vida a tu lado.
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