Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

QUISIERA

Quisiera dejar
de respirar,
de usurpar el aire
a la brisa del viento. 

Decirle a la vida,
que ya estoy preparado 
para que se cobre
su aliento.

A devolverle
aquel regalo 
que me hizo
en una mañana
de invierno.

Que no hay
que alargar demasiado 
los latidos 
cuando la oscuridad 
dura en exceso.

Ni contársela
a aquellos
a los que la luz
les brilla en los ojos 
cuando sus cuerpos 
se queda sin tiempo. 

Ahora,
que los recuerdos
se repiten
y son escasos
los momentos. 

Ahora, 
que el reloj 
pesa en la muñeca 
más que la alegría
de ver al sol asomando 
al despertar de un sueño. 

En este tiempo
de regalos
a los que tienen intacta 
la inocencia
y ríen
sin pedirte permiso, 
que todavía no saben 
que en el reverso
de tu moneda 
asoma un muerto.

A los que aún
no les muerde la conciencia 
y al anochecer
se duermen con un cuento. 

Sí,
a los que necesitas 
para seguir existiendo. 

Déjame a mi,
que ya demasiado
te he servido. 

Devuélveme
al lugar
donde el sueño
es eterno.

A la paz de los malos 
recuerdos.

Que menos que eso, 
que me des el descanso
después de haberte 
querido tanto.

Antes que solo seas
un estorbo,
una mala compañía,
o peor todavía,
que sin irte,
te alejes,
que me dejes aquí,
que ya ni mi alma 
se acuerde de ti,
y que sea tu olvido,
quien habite mi cuerpo.

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