Reír como antídoto,
como un disparo
contra las lágrimas
que nos persiguen,
reír incluso
como escondite
de las penas,
porque sin la risa
la belleza no es nada,
solo una estatua
a la que se le niega
la vida,
aunque cueste,
y la boca se nos resista,
y los labios
no se quieran curvar,
insiste entonces,
que la risa es un faro,
un camino
al que el corazón
a de seguir,
porque al final
todos nos inclinamos
ante una risa
que nos devuelve
a los tiempos
en que siendo niños
hacíamos de ella
el hogar
de nuestra infancia.
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